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martes, 22 de marzo de 2016

MARI



Mari siempre ha sido igualita a las otras Marías: Flaca queriendo engordar y gorda queriendo ser flaquita.
Insultada o golpeada en la juventud, como todas.
Desertora y detractora de un contrato a la violencia, como pocas.
Casada con una hija.
Soltera con dos hijas.
Soltera y dueña de su casa, de sus problemas, de su carro, de su cuerpo, de su vida.
Soltera con 2 títulos universitarios entre desempleos y decepciones.
Soltera que se mudó en cinco ocasiones y acomodaba la nueva vida en un día, arreglaba tuberías, pintaba, martillaba, escuchando Los Ángeles Negros y tomándose seis frías.
Erotica. Sensual.
Honesta, leal.
Serena, intensa.
Dura y flexible.
Paciente, impaciente.
Interrogante.
Error en el sistema.
Eterna figura discordante.
Nunca ha dicho ser feminista ¿Lo necesita?
"Mijo, vos que sois artista, haceme un Simón Bolívar y un Simon Rodríguez Pa' la escuela de la muchachita" dice a sus 54, porque debe hacer tareas,
Ser supervisora en una empresa,
dar charlas de ética,
limpiar la casa,
Cocinar, atender a tres nietas y pagar 20 mil bolívares por una rolinera para su camioneta, siendo optimista y aportando soluciones en esta crisis llena de miserias ¿quién carajo puede? Ella.
Mari no tiene tacto ni tiempo para dar consejos. Mari da el ejemplo.
Hija consciente, madre presente, aún obligada por las circunstancias a estar ausente.
Abuela omnipotente y amante independiente.
En este país cundío de heroínas dadas por sentado, naturalizadas y en el anonimato.
Mari es así: igualita a tantas, por diferente.


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