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lunes, 26 de enero de 2015

Ellas


Practicando el "ponerle a las cosas nombre y apellido", que me enseñó un bello cubano, Waldo.
Practicando, hago este primer ejercicio:
¡Verga, què pena!  A veces las chicas me sorprenden mirándole el pliegue que se les forma entre las tetas.
Me agarran ida, detallando la a
mplia  variedad de tamaños y colores, que debo apreciar desde afuera. (Quien me ha visto desnuda, sabe que ese no es mi gancho, ni mi fuerte, que apenas quedan unas minúsculas reminiscencias de lo que fueron unas bellas tetas bien cargadas de leche) y está bien, porque me gusta observar y apreciar las distintas formas belleza aunque no me pertenezcan.
Y veo bella la espontaneidad caraqueña con la que bate la melena oscura  Yusbely Jiménez, me hipnotiza la enérgica voz de mi carita, @Caribay Cardozo, pienso en lo lindo que debe gemir la condenada.
Ilumina la candidez y alegría inagotable de Tina Pericchi y @maria Gloria González, la sonrisa inmaculada de Nathaly Bohórquez González. Es de admirar la tersa piel de Marìa Leonor Gonzàlez Sànchez, a sus 5taytantos.
Cuánto inspira la combinación de parsimonia y contundencia de Alejandra Laprea y la perfecta dicción de Genny Lara
Cómo refresca la negritud de los rizos de Akarantair, los rasgos perfectamente simétricos y la nula altivez de Lorena Gil,  la irreverencia de  Diana Margarita Diaz Higuera, la cadenciosa y curiosa latinidad de Stephanie Kennedy, la sensual libertad que suda sin bailar Monica Vistali , la sinceridad en la mirada Indígena de Wendy Inarra, la serenidad y confianza que recuerdo inspira Eolimary Palma, las centellas en los ojos de Mariher Sarcos y Daniela Rincon, la versatilidad en las obras y las letras de Malú Rengifo, y así me puedo ir decantando bellezas, recordándoselas.
No son mis amigas, no tengo que hacerlo, pero las veo y sumado a tanta cadera ancha, nucas descubiertas por radicales cortes de cabello y pies delicados en las calles, junto a mis piernas eternas, me convenzo: quien nos ame, quien nos acompañe, a todas, tan diversas, tan complejas, tan diosas, no puede hacerlo de otra manera que como tenemos que hacerlo nosotras mismas: hasta la más tierna demencia.

jueves, 22 de enero de 2015

23/1



Estoy preñada.
Otra vez.
Me hierve la cabeza, me duele, y no consigo los lentes.
Soy ruidosa, pero no tolero el bullicio.
Mis hormonas repiten que me gusta lo que no se me parece.
Estoy preñada de cientos de preguntas e ideas nuevas que no respetan horarios, controlo las ganas de orinar, pero no puedo dejarlas de pensar.
Me siento en el 7MO mes, los pensamientos me despiertan, no dejan de moverse.
Como si fuera una perra, siento una camada
de ideas.
Soy un amasijo de líquido de vida cargado de demasiados detalles, de lo habitual, de lo cotidiano como algo sumamente importante.
Interpreto hasta el silencio, codifico los mensajes que transmite y me saturo aún más.
Por tanto, me excedo y necesito vaciarme.
Estoy extremadamente sensible y lloro, pero no porque mi historia sea triste, sino por lo fácil que resulta imaginarme cosas tan hermosas como fatales.
No soy lo suficientemente serena para contener todo en mi cerebro, tampoco para parirlo.
El asunto se resuelve con cesáreas recurrentes.
Me veo obligada cada tanto a sentarme y con un lápiz rajar y evacuar mis pensamientos.
¡Qué preñada me siento!
Y como es natural, apenas es el comienzo: al salir la idea, no será el fin. Seguirá conmigo, sin que pueda evadirla.
Pero la vida me da tregua, soy lo que quiero ser, hago lo que quiero y de paso, vivo de ello.
Si ya me siento enorme.
Si peso el doble aunque no se note.
Si joden las patadas de cada palabra ansiosa por salir de mi boca.
Si vivir encuadrada en un número predeterminado de caracteres, me escuece y no puedo rascarme.
Si además de esta preñez mental debo andar haciendo vida en el plano real y tangible.
No quiero ser famosa, no quiero ser rica, no podría cargar con todo ese peso encima, en el camino de conocerme.