N

lunes, 30 de junio de 2014

Ya



Rapidín.

te miré y soñé esa fotografía en tu cuello,
estrené mis ojos verde enamorado
Cada fotografía a mi rostro por esos días, dedicaban a vos la mirada.
Te pensé en colores
azul cobalto,
verde oliva,
rojo coral,
negro profundo
los que más me gustan.

¿Y ahora?

Volver a esos días en que no existías.  

viernes, 27 de junio de 2014

SN


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No sabía besarle los labios. Ninguno.
Era un tosco, un necio, un bruto.
Ella procuraba saltarse ese paso, y le pedía aún sin lubricar que la follara, de una vez,
sin preámbulos que con él arrancarían cualquier vestigio de deseo.
El insistía y ella guerreaba que NO, no y no, que no había necesidad,
bien sabía que al pasar por ese camino, todo sería una catástrofe.
Ya después se lamentaría del dolor punzante en el bajo vientre, que tanto placer le había dado segundos antes.
Ella sabe de la precariedad y lo patético del asunto, pero él le gustaba.
Lo consideraba como alguna vez le dijo aquel colega "carne magra de cochino".
Un tipo, sin más: cero intelecto y de beso agresivo, con quien ella podía ser pasiva.
Sin embargo, su pericia instintiva la llevaba a un profundo deseo de acción:  morderle y lamerle el culo desde el inicio al fin y al llegar, entregarse  a aquellos testículos cargados y poblados, bolillas que compartían entre ellos el sudor de ida y vuelta de la farmacia, preciso.
Durante esos segundos, creía que podía enamorarse.

El dolor en el bajo vientre, como dije, y esa sensación de ser más ancha en sus adentros pasaría en unas horas.

<<No puedo seguir en éstas de ver TV, ir al cine, comer juntos. No puedo.>>


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R2

Me vi entrando al mercado, bombardeada de nuevo por la mucha oferta y la escasa calidad en ella, algo característico de Caracas, valle de oportunidades e igual proporción de miserias.
¿No les pasa?  Idealicé la parta media de los estantes del primer pasillo, y sin mirar los demás me convencí: "eso es lo que quiero".
Claro, se parecía a todo lo que había imaginado, aunque no niego,
en un frasco un poco pequeño, demasiado prolijo y simétrico, aún así,
era lo que hace tiempo los medios internos de mi cabeza, decían que debía obtener,
que allí hallaría todas las respuestas.
De lo característico me convencí y el también se lo creyó.
Asumí la empresa. Me le escapé a la razón, en el frenesí de la idealización.
Revisé mi bolsillo y resulta que sí...¡tenía con qué adquirirlo!
Resuelta estaba a comprarlo, cuando un empleado me acercó una muestra.
Rico. En realidad tenia contenido durante algunos segundos,
pero no podía con lo extraordinario, ni lo era.
Tenía sensibilidad limitada.
Y venía como las Ruffles: mitad relleno, mitad aire.

Nunca me he creído superior, a veces todo lo contrario, pero con la muestra publicitaria me bastó, aunque la propaganda fuera efectiva.
En otro paso por zafarme de tanto consumismo devolví a su lugar el contenido de mis bolsillos y me dije:
"Mi misma, no lo necesitas".




viernes, 20 de junio de 2014

M

Condenada mirada adelantada
verde, azulada, amarilla: Colores tierra con río.
No plástico, ni ladino.
Transparencia que ama y desprecia y da lectura rápida a otras miradas burdas, malversadas.
Dos pepitas traga letras confeccionan una mirada de mujer-niña,
mamá de otra niña con la misma mirada.
La violenta y tierna está contenta hoy... ¡muy!
poquito a poco y mirando como mira, se va reivindicando con la vida.


miércoles, 18 de junio de 2014

17

El frío no me hacía,
me resigné a hacer útil el pesar,
pensé, y me interrumpí,
fluí.
Medí, seleccioné, corté, contrasté
Esa noche hice muchas flores,
6 de la tarde,
7...
8...
10 de la noche ignorando el cansancio añejo, como si en la faena estuviera cambiando al mundo.
Saxo de fondo y olor tardío del incienso de pino recién comprado.
El viejito de sonrisa desdentada me bendijo y me hizo el favor de no darme una bolsita.

Nacieron moradas,
verdes, rojas,
ahora me gusta el amarillo,
feas y bonitas
grandes y pequeñas...
11..
12..
2 de la mañana: el dolor de espalda me gana, pero faltan más,
3 de la mañana: eramos 25 flores y media, la media ya sabemos.
Mis bonitas, las hice con la voluntad de la tristeza.
Cada doblez de pétalo dedicado
al los colores de su mirada.
Al pasado continuo.

Cada pliegue  encierra como 1421  emociones unísonas.
Ya a las 3.20, me iba sintiendo una y no media,
Me fui curando,
Ellas, tan coquetas, se multiplican, se van pareciendo a mis amigos y a otras cosas bonitas,
así que algunas mejor se van, las entrego,
pero
otras se quedarán conmigo, la niña las quiere ver y no quiere dejar de sentir.

Del sentir se crea...
no encontré otra manera.

miércoles, 4 de junio de 2014

N bindú

En el acto, abre y cierra su vagina como boca que come con hambre, mucha, la de las 11.30 de la mañana.
No lo ha practicado, ni lo premedita, es algo que hacía, hace y seguirá haciendo ipso facto al sentir el pene adentro. Como si en el encuentro, Sofía entendiera que no debía dejarlo escapar, ni dejarlo escurrirse por sus muslos suavez de juventud, no de flacidez.

Sofía es su vagina, su coco, su concha, su vulva o breva...la cuchara, la almeja. Instrumento subyugado a la abstinencia de una mente nada solidaria, de una personalidad exigente e igual de mediocre para elegir penes.

-No me ocurre cuando me introduzco dos dedos o tres, no es el mismo apego.-- le dijo tantas veces a su amiga Clara, en el colegio, donde el cuento cotidiano eran las cojiditas rapiditas con su novio de 22 en el patio de su casa.
Le enternecía recordar cómo el ruido de la lavadora en su segundo ciclo, amortizaba la venida de él después de 5 minutos de abrazos de Sofía.

Ella no fue sugestionada. Se enteró de "Lolita" de Nabokov ya en la facultad y para ese entonces, ya hacían 6 años de varios sustos y de haber sentido la presión del falo de Daniel en su ano.
Ese día no había podido, pero quería, quería.
Ya su hermana la había descubierto estimulándose con la esquina de su almohada.
Ya era la tercera vez que su madre la escuchaba soñar que tenía pene y se esparcía sobre unos senos medianos en las madrugadas.


martes, 3 de junio de 2014

NN

Perseguía el olor de la gente.

Seis de la mañana, pensaría que habría que salir y de nuevo se quedaría en casa.

- No, hoy tampoco voy, estoy trabajando en algo -- Cuelga el auricular y el argumento fatuo para fallar a la redacción.

Abre el primer cajón del ceibó gris que quedó del incendio, y ahí estaban:
Tenía a Laura, tenía a Diego, a Carlos, a Gabriel y a Gabriela, gemelos inseparables en todos los planos. Tenía a su madre antes de morir. Olor sagrado.
Tenía al David adicto al te verde y al de acetato, ese olor a plástico del David maldito que lo dejó.

Repasaba compulsivamente el archivo: de Diego conservaba la foto que le habría tomado la segunda vez que se dieron.
En ella se mantenía, con sólo frotarla,  la fragancia a sudor seco de sus axilas sin desodorante: su almohada durante más de un fin de semana.

Laurita...cutis desgastado y maltrecho, rasgos tan simétricos que rayaban en lo insípido,
pero el olor del espacio en medio de sus tetas, no tenía parangón.
Eran flores de mañana y aceite de oliva de noche.
Es más, hacían el día y la noche.
El plus: le olían a café los rizos sueltos, y a cuero seco cuando se agarraba una coleta o cuando pedía que la maltratara en la hora del amor.
Su cuello y sus manos se quedaban atrapados en las uñas de Juan hasta que se bañaba y el olor a café se iba.
Que se fuera, garantizaba que Laurita tenía que volver.
Seguramente la amó. Pero qué tanto.

Patricia, era otra cosa, le recordaba a sí mismo:  no tenía olor.
Lo perdió en uno de esos años, o esos viajes, nunca se supo, pero Juan no pudo perdonárselo.
Luego de las rutinas de desaires, al fin entendió que la ciencia la había desplazado y se fue.
Era un alivio que no estuviera.
De Patricia conservaría las fotos en la PC y una que otra receta de comida.
Ella jamás se le plantaría a Odora, que era así, como esa mujer que hagas lo que hagas, jamás te deja, y terminas necesitándola patéticamente.
Era una aplicación que había hecho cosa del pasado cualquier porno,
flirteo en el bar,
correos electrónicos,
redes,
o intercambio de mensajes de texto calientes a deshoras.
Hacía 5 años  que le daba acceso a lo mejor de los mundos a donde había entrado.
Gracias a ellla, tendría siempre a mano, las carnes que comió y le probaron un par de veces, sin cargar con ese "paquete completo" de intenciones e impertinencias.
Sin el consenso necesario para descargar fluidos y así desconectarse un rato.

No hacia falta la voluntad del otro, Odora le garantizaba la permanencia eterna del olor de la pierna, del ombligo, de las nalgas o el pecho que fotografiara.
Juan jamás salió de ese cajón y se lamentaba.
Miraba su reflejo frustrado en el espejo sucio.
Lo sentía por quienes ocurrieron antes de la llegada de esta aplicación. Ellos y ellas eran aromas perdidos.