Y
todavía dicen “¿Cuál guerra?”
Naile
Manjarres
Que
hoy no esté Leopoldo López llamando a “La Salida” guarimbera y
besando un rosario después de los 43 muertos, no significa que no
exista una guerra.
Hace
rato, con el track “no nos dan divisas” la burguesía
comercial-importadora nos sabotea, desaparece
productos y
hace a más de un desclasado sentir pena por el empresariado.
Con
la fábula “nada se consigue”, conseguimos queso y yogurt, pero
no leche.
Con
el cuento del venezolano jocoso y echao pa'lante, micros radiales
satirizan “Gobierno nacional informa que para adquirir pañales
usted necesita consignar partidas de nacimientos, y eso es, TENER
PATRIA...tutupss”.
Con
la tragicomedia “Maduro no es Chávez”.
Con
Lilian Tintori llorando por su “Legado”.
Con
Orlando Urdaneta llamando a Golpe, a extirpar la plaga comunista y
todo lo que se le parezca.
Con
los exeses Piñera, Calderón y Pastrana de visita, vanagloriándose
de solidarios, obviando su pinochetismo y políticas de narcoestado.
Con
Capriles y su treta “no somos de izquierda ni de derecha”, para
no ser serio y reconocerse neoliberal de los pies a la cabeza.
Con
la tuiteadera de DolarToday y La Patilla, validando cualquier
desfachatez, que junto a estas crisis programadas, sacan en tiempo
récord nuestras peores miserias:
Mentes
consumistas y enajenadas,
la cultura facilista-rentista que a más
de uno y una le resulta idiosincracia, la impunidad naturalizada y la
manía
de señalar
sin educar bien a este recurso humano con el que hace 15 años se
pretende moldear alternativas a un sistema que inyecta desidia en
todo el planeta.
A
casi dos años de la partida de un Chávez consciente de que no
podría crear nuevos seres humanos para construir, me parece crucial
que podamos asumir.
Asumir
y dejar de hablar “del país que nos merecemos” mientras nos la
damos de correctos.
Asumir
que no basta con enseñar “lo que es bueno y lo que es malo”: hay
que distinguir lo superfluo de lo necesario.
Asumir
es tener conciencia del momento histórico que nos toca y oponerse al
“¡Qué
importa cómo termine todo o quien venga!” o al “¿Qué voy a
defender?” de
quien recién se estrelló con
la obviedad de no vivir en socialismo, pues tejerlo
es la tarea para la casa de todas y todos.
¿Qué
voy a defender?
Los
logros de 15 años que no podemos dar por sentado. Se me ocurre la
Ley Orgánica del Trabajo, su máximo de 5 días laborados, su
imdemnización doble, su inamovilidad laboral...
¿Y
cómo la defendemos?
Trabajando
y recordando.
Deslastrando la conveniente falta de memoria.
¿De
quién la defendemos? De quienes se sienten afectados afectados por
esa y tantas reivindicaciones sociales (recordar berrinche de María
Corina en la Asamblea llamando ladrón a Chávez, por una
expropiación a la “gente decente”, léase, la familia
Machado-Zuluaga, léase, su gente).
Lo
logrado se defiende de ese “no sé, lo que sea, menos
Chávez/Maduro”, que nos ofrecen hace 15 años.
A
mis 24, me encantaría ser
ajena a todo esto, twitear quejándome por no conseguir Nutella, y no
recorrer siete farmacias para encontrar un antibiótico para mi
hija, algo que sí, da ganas de “descargar arrecheras”.
La
diferencia es que descargarla suele dejar muertos y eso nunca ha
servido para nada.
La
ira hay que saber canalizarla.
Y
la canalizo haciendo panquecas, si no hay Harina Pan para la arepa.
La
canalizo, porque después de tanto recorrer, no estamos para esa
desesperación y apatía propias de la crisis y las múltiples
formas de guerra.
La
canalizo no tarifando las ideas y los principios al precio absurdo de
un jean prelavado a la cadera.
La
canalizo sugiriendo no esperar más “golpes de crecer” para
sacudirnos los cuentos y desde distintos espacios, leer y discutir
sobre lo que nos pasa, y sobre historia, claro, para hacerla, esta
vez, con conciencia.
¿Que
esto es una línea editorial? No. Son principios de resistencia.