N

martes, 21 de octubre de 2014

Selección de La conspiraciòn de las mujeres hermosas, por Alejandro Dolina.




Cuando Jorge Allen, el poeta, se cruzaba con alguna mujer hermosa, caía en el mas hondo desasosiego.
Esta muchacha no será para mí – pensaba mientras la veía doblar para siempre la
esquina. Es que cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretara nunca.
Y ya se sabe que los hombres de corazón sueñan con vivir todas las vidas (...)
Una tarde, envenenado por la fría mirada de una morocha en la calle Bacacay,
 el hombre tuvo una inspiración:
sospechó que la indiferencia de las hembras más notables no era casual.
Adivinó una intención común en todas ellas. Y decidió que tenía que existir una conjura, una conspiración.
El la llamó La Conspiración de las Mujeres Hermosas. (...)
“…Cada vez que me acerco a una señorita para presentarle mi respeto, no recibo
otra cosa que gestos de desagrado, gambetas ampulosas y aún amenazas de escándalo.
 Ya no se puede ceder el paso a una dama sin que se sospeche que está por permitido perpetrarse una violación”
(...) Un grupo de colegialas le retrucó, llamando su atención acerca del comportamiento de los conductores de camionetas.
Opinaban que estos, más que requerirlas de amores aprecian proponerse insultarlas (...)
Aquí surge un tema polémico. ¿En qué consiste el piropo? ¿Cuál es su objeto y esencia?
Algunos sostienen que se trata de un género artístico:
Un hombre ve a una mujer, se inspira y suelta párrafos.
No existe la esperanza de una recompensa,basta con la satisfacción de haber cumplido con los duendes interiores.
Otra corriente, piensa que todo piropo manifiesta la intención de comenzar un romance.
Vale decir que se espera de la dama que lo recibe una respuesta alentadora.
(...)Los Refutadores de Leyendas manifestaron que no creían en la posibilidad
de la conspiración. El argumento de los racionalistas merece consideración: según
ellos las mujeres hermosas se odian entre sí y es inconcebible cualquier tipo de
acuerdo. Declararon también que es falso que esta estirpe no haga caso de los hombres:
todos los días uno ve hermosas muchachas acompañadas por algún señor.
Ya en el colmo de la locura, los Hombres Sensibles contestaron que allí estaba el punto:
el señor que acompaña a las mujeres hermosas es siempre otro y esto provoca aún más tristeza que cuando uno las ve solas.
(...) Ives Castagnino, el músico de Palermo, razonaba de este modo:
si el propósito de las mujeres terribles es hacer sufrir a los hombres, tienen dos maneras de lograrlo:
1) No viviendo un romance con ellos.
2) Viviéndolo.
Según parece, al músico lo aterrorizaba mucho más la segunda posibilidad.
(...) Hubo quienes pidieron que se aclararan los límites de la hermosura para
saber cabalmente quienes eran las mujeres que alcanzaban esa categoría.
La cuestión es ardua, como todo juicio estético. Se dice que si una dama es muy linda, las demás la
tendrán por tonta, pero no puede tomarse este lugar común como precepto, pues es evidente que existen mujeres que, siendo tontas, son al mismo tiempo feas.
 Inclusive hay gente que sostiene haber conocido señoritas hermosas e inteligentes, lo cual para mi gusto es demasiado.
Pero los Hombres Sensibles siempre supieron cuando se hallaban ante la presencia de una mujer hermosa.
Sentían lo que Mandeb describía como una patada en el corazón. Y no se equivocaban nunca.
A decir verdad, jamás se alcanzaron a reunir pruebas convincentes sobre la
existencia de la conspiración, pero sus efectos se siguieron padeciendo.
Pese a todo, Allen, Mandeb y todos sus amigos
 siguieron recorriendo las esquinas haciendo fuerza para creer que detrás de alguna puerta iba a aparecer la mujer que les salvaría la vida.
Pero aunque nadie converse sobre el asunto, basta con asomarse a la puerta para comprobar que las cosas siguen como entonces.
Allí están las mujeres hermosas en Flores y en toda la ciudad, gritando con
sus miradas de hielo que no están en nuestro futuro ni en nuestro pasado.
Allí esta la abominable secta de las Chicas con Novio, poniéndonos ante la espantosa verdad de que siempre hay un hombre mejor que uno.
(...) No hay más remedio que quererlas a pesar de todo. Y más todavía, tratar de que a uno lo quieran.
Esta segunda labor es especialmente complicada y puede llevar la vida eterna.
Consiste – por ejemplo – en ser bueno, aprender a tocar el piano, convertirse en héroe o en santo, estudiar las ciencias, lavarse los dientes,
ser considerado y tierno y renunciar a los empleos nacionales.
Una vez hecho todo esto, ya puede el hombre enamorado, pararse en la calle y esperar el paso de la primera mujer hermosa para decirle bien fuerte:
– He sufrido mucho nada más que para saber su nombre.
Seguramente, la tipa fingirá no haber oído, mirara al horizonte y seguirá su
camino (...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario