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viernes, 8 de agosto de 2014

J



En cada nivel pesan más y más los kilos de maquillaje y trajes usados para aparentar venir de un pasado solemne.
Es el juego de los invictos y comienza con la autocensura: los personajes “más fuertes” se ponen la capucha.
Quien dice lo que piensa o siente, se jode rapidamente.
Gana quien muestra menos, quien sabe mejor envolver u omitir.
El juego mide destrezas histriónicas, es para competir, no para compartir.

El comodín es el ego – único mecanismo de supervivencia para evitar “problemas” o “dolores de cabeza".
Entre los estratagemas vencedores, destaca el consumismo de los cuerpos, evitando en las almas, cualquier tipo de comuniones.

Es un juego no apto para soñadores,
esos a quienes los ojos le delatan el amor reciènnacido, el desprecio profundo, o bien, la indiferencia.
Los que se dejan ganar porque les fastidia la competencia.


Quienes antes de vivir emulando juegos de video, preferimos jugar con tierra. 

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