N

viernes, 27 de junio de 2014

R2

Me vi entrando al mercado, bombardeada de nuevo por la mucha oferta y la escasa calidad en ella, algo característico de Caracas, valle de oportunidades e igual proporción de miserias.
¿No les pasa?  Idealicé la parta media de los estantes del primer pasillo, y sin mirar los demás me convencí: "eso es lo que quiero".
Claro, se parecía a todo lo que había imaginado, aunque no niego,
en un frasco un poco pequeño, demasiado prolijo y simétrico, aún así,
era lo que hace tiempo los medios internos de mi cabeza, decían que debía obtener,
que allí hallaría todas las respuestas.
De lo característico me convencí y el también se lo creyó.
Asumí la empresa. Me le escapé a la razón, en el frenesí de la idealización.
Revisé mi bolsillo y resulta que sí...¡tenía con qué adquirirlo!
Resuelta estaba a comprarlo, cuando un empleado me acercó una muestra.
Rico. En realidad tenia contenido durante algunos segundos,
pero no podía con lo extraordinario, ni lo era.
Tenía sensibilidad limitada.
Y venía como las Ruffles: mitad relleno, mitad aire.

Nunca me he creído superior, a veces todo lo contrario, pero con la muestra publicitaria me bastó, aunque la propaganda fuera efectiva.
En otro paso por zafarme de tanto consumismo devolví a su lugar el contenido de mis bolsillos y me dije:
"Mi misma, no lo necesitas".




No hay comentarios:

Publicar un comentario