N

miércoles, 4 de junio de 2014

N bindú

En el acto, abre y cierra su vagina como boca que come con hambre, mucha, la de las 11.30 de la mañana.
No lo ha practicado, ni lo premedita, es algo que hacía, hace y seguirá haciendo ipso facto al sentir el pene adentro. Como si en el encuentro, Sofía entendiera que no debía dejarlo escapar, ni dejarlo escurrirse por sus muslos suavez de juventud, no de flacidez.

Sofía es su vagina, su coco, su concha, su vulva o breva...la cuchara, la almeja. Instrumento subyugado a la abstinencia de una mente nada solidaria, de una personalidad exigente e igual de mediocre para elegir penes.

-No me ocurre cuando me introduzco dos dedos o tres, no es el mismo apego.-- le dijo tantas veces a su amiga Clara, en el colegio, donde el cuento cotidiano eran las cojiditas rapiditas con su novio de 22 en el patio de su casa.
Le enternecía recordar cómo el ruido de la lavadora en su segundo ciclo, amortizaba la venida de él después de 5 minutos de abrazos de Sofía.

Ella no fue sugestionada. Se enteró de "Lolita" de Nabokov ya en la facultad y para ese entonces, ya hacían 6 años de varios sustos y de haber sentido la presión del falo de Daniel en su ano.
Ese día no había podido, pero quería, quería.
Ya su hermana la había descubierto estimulándose con la esquina de su almohada.
Ya era la tercera vez que su madre la escuchaba soñar que tenía pene y se esparcía sobre unos senos medianos en las madrugadas.


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