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viernes, 27 de junio de 2014

SN


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No sabía besarle los labios. Ninguno.
Era un tosco, un necio, un bruto.
Ella procuraba saltarse ese paso, y le pedía aún sin lubricar que la follara, de una vez,
sin preámbulos que con él arrancarían cualquier vestigio de deseo.
El insistía y ella guerreaba que NO, no y no, que no había necesidad,
bien sabía que al pasar por ese camino, todo sería una catástrofe.
Ya después se lamentaría del dolor punzante en el bajo vientre, que tanto placer le había dado segundos antes.
Ella sabe de la precariedad y lo patético del asunto, pero él le gustaba.
Lo consideraba como alguna vez le dijo aquel colega "carne magra de cochino".
Un tipo, sin más: cero intelecto y de beso agresivo, con quien ella podía ser pasiva.
Sin embargo, su pericia instintiva la llevaba a un profundo deseo de acción:  morderle y lamerle el culo desde el inicio al fin y al llegar, entregarse  a aquellos testículos cargados y poblados, bolillas que compartían entre ellos el sudor de ida y vuelta de la farmacia, preciso.
Durante esos segundos, creía que podía enamorarse.

El dolor en el bajo vientre, como dije, y esa sensación de ser más ancha en sus adentros pasaría en unas horas.

<<No puedo seguir en éstas de ver TV, ir al cine, comer juntos. No puedo.>>


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