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martes, 22 de julio de 2014

Calamos o nos la calamos

Conejitas, enfermeras, angelitas y diablitas.
Bomberas, doctoras, con tangas rojas y plataformas.
"¡Con una así me caso!" te dicen como si fuera una magnánima condecoración o acto de gallardía.
Si cuentas con rasgos afro descendientes, te piropean la boca, acabando mentalmente en ella.
Te ven los senos y con la mirada te narran una rusa.
Quieren tríos, pero que no quede duda: una catira, una negra y el Jeque.
No estará permitida ninguna oportunidad de pelea de espadas.

Si lleváis falda, consideran que cualquier momento es idóneo pa' un rapidito.
Y si no queréis, andáis sola, y te violan, ya sabemos de quien es la culpa.
Todo eso está permitido, aplaudido incluso.
Está bien, sabemos que los enseñaron a vivir de paja en paja, emulando fantasías repetidas, plagiadas de una industria muy bien pensada, netamente falo céntrica como cada vez que se excitan, y que vino al mundo con ganas de quedarse para siempre, peeeero...¿Alguien sabe de las nuestras?

Ocurre que si de sexo hablamos, sentimos deseo todo el tiempo, a pesar de la otra regla que nos baja por mandato clerical: la imaginaria que nos divide entre "mujeres que valen o no la pena" cuando lo expresamos.

La vaina es, que nosotras no los pensamos disfrazados y haciendo cuanta basura repiten en los canales Premium.
Parece que tenemos fantasías más profundas. O quizás no, pero por lo menos son nuestras.
Resulta que cada vez más temprano y más nos auto exploramos, vamos descubriendo lo que nos gusta.
Si, podemos ver estrellas mediante el oído, pero también podemos querer acabar sin preámbulos, o con dos o tres dedos dentro de la vagina y no de otra manera.
Algunas entendimos - aunque nuestro cuerpo siempre lo supo- que no hay tiempos ni adivinos en el sexo.
Por eso pedimos lo que queremos y lo hacemos.
Nos convencimos de que exigiendo y reivindicando nuestro derecho a la iniciativa ganamos espacios para el sexo cristianamente incorrecto, pero política, ideológica y personalmente perfecto.

"No queremos que nos contabilicen los orgasmos" dice una compañera, "¡PORQUE SON NUESTROS!", continúa, y está claro que como ella, muchas, queremos tenerlos como nos place, cuando nos gusta. Sin miedo a que ellos no sepan manejarlo, y todo termine sin haber empezado.

Quizás sí nos gustan grandes de verdad, quizás el tamaño sí importa, aunque les inventen mitos para no trastocar sus egos. Pero sólo quizás ¿eh? Al fin y al cabo cada vagina, como cada mujer es un mundo digno de auto explorarse y ser explorada.

La cuestión es que por más que pretendan psicoanalizarnos o encasillarnos en buenas-difíciles o malas-fáciles mujeres, ya tenemos deseos concretos, estamos claras: tragamos semen por decisión y tenemos sexo anal cuando deseamos, pues ninguna parte de nuestro cuerpo es trofeo ni recompensa. 
Hace rato bajamos la castidad y el himen del pedestal excluyente que nos imponen, y concedimos la libertad de sentir placer, y decidir con quien, el lugar que merece.

¡Y eso no nos resume!
¡No nos circunscribe a nada!
A nada que justifique esa partición que hacen las huérfanas de solidaridad de género y que perpetúan el sistema que nos rivaliza al jactarse: "yo soy la que le gusta y aquella es la que presenta a su mamá".

Nada que avale resumir nuestras fantasías sexuales a relatos de borrachas en despedidas de soltera. 

Nos niegan el derecho de ser una, y otra, y tener diez facetas más, aunadas a una vida sexual plena. El prejuicio que nos condena hasta cuando sacamos a bailar, se  empeña en mutear  todo lo que ansiamos, y todo lo que ellas podrían ser.

¿Me la calo? Pues a lo vanvanero: "Te figuraste que ya yo no" 

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